De pequeña Angélica Dass se hizo una simple pero importante pregunta: ¿de qué color es el color carne? Una pregunta que le surgió forzada por las contradictorias situaciones que venían marcadas por su color de piel.
Angélica Dass nació en una familia con una absoluta riqueza de colores de piel que iban de un intenso tono chocolate oscuro de su padre a los cabellos de algodón y piel de porcelana de su abuela adoptiva; de los tonos vainilla y yogur de fresa de su abuelo, su tío y su primo, al color canela y miel de la familia materna originaria de Brasil, mezclado con la familia paterna color café con leche, pero con mucho café. Sus tías, una color cacahuete y otra más tirando a veige.
Ella nunca tuvo ningún problema con los colores, hasta que en clase de dibujo en el colegio le dieron un lápiz de «color carne». Con el ejemplo de su familia, ¿qué era eso de un único lápiz con un único color carne? La contradicción se representó en multitud de situaciones mientras crecía. Por el hecho de tener un color de piel de un tono chocolate oscuro, al acompañar a su primo al colegio, la gente la confundía con su niñera. Si ella ayudaba a un amigo a recoger la cocina en una fiesta, la gente pensaba que era la criada. O incluso si iba por la playa con sus amigos europeos la llegaron a confundir con una prostituta.
Todas estas reflexiones le llevaron a crear su proyecto Humanae, con el que por medio de más de 3.000 retratos en los que incluye de fondo el pantone del color de piel de la persona retratada, lanza la simple, importante y terapéutica pregunta «¿de qué color es el color carne?».
Un extraordinario proyecto que cobra mayor trascendencia con la muerte de George Floyd y el movimiento contra el racismo que ha surgido estos días en Estados Unidos, que pone de manifiesto la insensatez de llegar al odio por el color de la piel.
Desde nuestro punto de vista, la belleza de todo esto reside en la multitud de pantones que unidos mediante un proyecto fotográfico muestran la diversidad cultural como una verdadera obra de arte, que al final es lo que realmente es la esencia de la propia diversidad cultural.
